viernes, 23 de julio de 2010

“Pensamientos y escritos sobre el bicentenario de la Revolución de Mayo” Ramirez-Silveti-Paz

Estamos atravesando el año 2010, las condiciones mundiales no nos son favorables, el Fondo monetario Internacional, ya no representa ese gran monstruo ciclópeo que nos esquilmó durante décadas, ahora se encuentra devorando otras economías en latitudes distintas a las nuestras, pero siempre existe la posibilidad de secuelas para la nuestra.

Es el año donde se festeja el Bicentenario de la Patria, ha pasado mucho agua bajo el puente de nuestra historia, la Libertad que hemos sabido conseguir, en algunos aspectos, como lo es la economía, en los últimos años del siglo XX y lo que lleva deshojado este milenio se fue desgastando ya que el flagelo de la miseria golpea las puertas de muchos hogares argentinos, ya que el hombre que no puede ser capaz de decidir su destino y sufre de privaciones básicas no es libre, está esclavo de la miseria.

Decimos que la igualdad es un principio constitucional, que cobija a todo individuo que pise el suelo argentino, pero ni bien salimos de casa a la vuelta de la esquina, podemos apreciar que la realidad es otra, que no somos tan iguales como lo expresa la letra muerta, que es muerta por que no se la cumple.

El sueño de un Estado Republicano se ha hecho realidad, a pesar de tanta oposición, aunque el tiempo pase los traidores a los sentimientos republicanos no se rinden, quizás cambien de trajes, de máscaras, pero en la esencia siguen siendo los mismos, los hemos tenido de todos los colores, de todos los partidos, de todos las ideologías, los hemos sufrido hasta ver a la República desangrarse por las venas de nuestros hermanos desaparecidos.

Pero gracias a Dios, aún estamos de pie, al lado del pueblo, arengando para que no se rindan, que nada los detenga, que debemos seguir construyendo esta Patria que recién ahora parece dar sus primeros pasos en la adolescencia de su vida, a pesar de sus 200 años.

Con gran alegría he podido presenciar los acontecimientos de los últimos días de Mayo, en esta tremenda gesta, donde el pueblo era el principal anfitrión y a su vez agasajado.

Con la participación de todos, sin distinciones de banderías, todos juntos, con esa alegría espontánea que saltaba por los poros de nuestra piel social, donde provincianos y capitalinos se abrazan en un acto de fe y amor, Fe en el futuro que seguimos construyendo y amor por nuestra tierra, por nuestros hijos, por nuestra familia, por nuestros mayores, por nuestros antepasados.
La revolución popular, aparece así como un mito, como el mito moderno por excelencia, el de la redención de la humanidad por su propio esfuerzo, el de la conquista de un paraíso situado ahora en el curso de su propia historia humana, como meta final, inalcanzable de un proceso que sólo a través de conquista alcanza justificación.
El patriotismo es entonces el centro moral del nuevo sistema.
A esto se opone una resistencia a la que no cabría reconocer legitimidad alguna; la reprobación política se duplica frente a ella con la reprobación moral.
En efecto, la legitimidad de la revolución surge de ella misma, de la intrínseca justicia de sus principios, esa justicia que es evidente a la razón y se impone entonces a todos, salvo a aquellos que voluntariamente se ciegan para no reconocerla.
Siguiendo lo planteado por el ginebrino, sostengo la necesidad de romper con las “cadenas” sociales y así recuperar la verdadera libertad.

Lo que otrora, rezara “los pueblos aprendieron a buscar en el pacto social la raíz y único origen de la obediencia, no reconociendo a sus jefes como emisarios de la divinidad, mientras no mostrasen las patentes del cielo en que se les destinaba para imperar entre sus semejantes; pero estas patentes no se han manifestado hasta ahora, ni es posible combinarlas con los medios que frecuentemente conducen al trono y a los gobiernos”, hoy significa pueblos libres condiciendo el timón de sus propios destinos, no solamente en estas tierras, sino en toda Latinoamérica.

De esta forma, el respeto y la obediencia hacia el gobierno debería ser fruto de la propia voluntad de los ciudadanos, los únicos constructores y depositarios del poder, es decir, de la voluntad general.

Patriotismo, libertad, y ciudadanía continental, he ahí la cuestión.

La revolución de 1810 no sólo había remplazado al régimen colonial sino que había transformado profundamente la realidad heredada. Esos cambios, no tardaron en ser negativamente evaluados por quienes los alentaron con la esperanza de convertirse en sus principales beneficiarios. La revolución y la guerra subsiguiente trajeron, pobreza y sacrificio en lugar de la esperada prosperidad.
Cabe pensar que el retorno de la paz podía acelerar la reconstitución de la riqueza ganadera en un sistema de explotación extensiva que no requería grandes inversiones de capital. La eventual recuperación ganadera debió arrastrar consigo a la del comercio, en tanto los productos pecuarios se hallaban destinados al mercado externo.

No fue así porque la revolución había traído una modificación profunda de la relación comercial entre el Río de la Plata y el mundo a través de la libertad de comercio, y los antiguos comerciantes ya no encontraron el lugar que por sus sacrificios de una década creían merecer.

Cuando la recuperación de la producción ganadera se produjo, una nueva economía dominante, había llegado para quedarse, es muy lamentable ver como hoy la economía agropecuaria parece ser de otro planeta o de otro país, no consustanciándose con la causa de los pueblos.

A raíz de colaborar con la organización de los actos y preparativos para los festejos por el 25 de mayo, en esta tarea de pensar estos, no como un “mero formalismo”, sino como una oportunidad de enseñanza y aprendizaje, uno se plantea dos posibles actitudes frente a la crisis: nos quedamos en la queja y nos abatimos o nos ponemos a trabajar juntos para salir adelante.
A casi 200 años de la gesta de un grupo de hombres que – más allá de sus intereses personales, sus defectos y virtudes – se atrevieron a pensar un futuro diferente en un momento difícil, nos cabe la obligación de pensar qué hacemos nosotros hoy frente a las crisis.

¿Nos quedamos en la queja y el abandono o buscamos salir adelante haciendo lo mejor que podemos el trabajo que nos toca?
A diario vemos los conflictos que suceden, muchos de ellos por no sentirse las partes escuchadas. Pero lo que es más grave, esto genera la idea que la palabra "ya no vale".
Cuándo nos encaminamos hacia el bicentenario ¿Qué ejemplos les estamos dando a nuestros jóvenes sobre el valor del diálogo y la escucha? ¿Hacia dónde nos encaminamos? ¿Cuál es nuestro “adelante” común?

El diálogo, los consensos, el trabajo y el respeto a la ley nos ayudarán encontrar ese “adelante” común y a tener esperanzas.

Pero esta no es una esperanza “mesiánica” sino real, con hechos concretos, de personas concretas.

Esto requiere un verdadero compromiso personal y hacernos cargo de nuestro lugar en el trabajo, en la construcción de los consensos necesarios para salir adelante y en la necesidad del respeto a la ley.
También requiere tomar conciencia que generar espacios de diálogo y consensos implica trabajar activamente para ello aplicando, entre otras, las herramientas que nos proveen la negociación y la mediación y que existen profesionales que se han formado para ello.

Es en esta construcción donde está la responsabilidad de quienes trabajamos en promover las herramientas de la mediación, negociación y los procesos en general.
Cuándo nos encaminamos al Bicentenario… ¿Estamos realmente dispuestos a asumir el desafío o nos quedaremos en la queja y el abatimiento?


La respuesta depende de cada uno de nosotros.
Me propongo esbozar algunas consideraciones que me parecen pertinentes a la hora de abrir el debate histórico en el marco del bicentenario.

En primer lugar, advertir que la celebración del bicentenario de la Revolución de Mayo debería acompañarse de una madura conciencia de que nuestra nación no nace el 25 de mayo de 1810, como lo creían aquellos jóvenes entusiastas de la Generación del ´37.
Pero también es necesario reconocer que la Revolución es un hecho histórico relevante y significativo que merece nuestra consideración.

Incluso hoy encontramos numerosas lagunas de conocimiento sobre los personajes destacados de la etapa revolucionaria, lagunas que pueden convertirse, con motivo del bicentenario en objeto de estudio y discusión de los historiadores.

Sin embargo, así como es necesario profundizar nuestro conocimiento de ese periodo, no es posible comprender la historia y la identidad de nuestro país sin remontarnos más allá de 1810.
Hoy, al analizar los textos y discusiones de ese momento, e incluso al observar material de divulgación histórica y textos escolares, es posible distinguir tres tipos de discurso. Por una parte, una “leyenda rosa”, una “leyenda negra” y un tercer modo, más científico, un enfoque histórico capaz de buscar la mayor objetividad posible al abordar su objeto de estudio, historiadores capaces de reconocer la miserias y las grandezas, la complejidad que podemos encontrar en todo período histórico.

En fin dependerá de cada uno seguir construyendo nuestra patria, día a día, así se escribe la historia.

VARIOS FRAGMENTOS TOMADOS DE:
http://www.pensandoargentina.org/profiles/blogs/algunas-reflexiones-sobre-las

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