viernes, 23 de julio de 2010

"El Bicentenario y Mariano Moreno" Bichi-Gonzalez-Benitez

Moreno:

Voy a hacer referencia a mis distintos textos de la época de 1810, anhelando ese espíritu, deseando algunos cambios, para que éste bicentenario sea para la reflexión y el cambio verdadero de la sociedad, un cambio profundo que se quiere desde aquellos tiempos, pero es tan difícil de concretar.

Hablábamos de revolución, por supuesto, el país estaba sujetado políticamente a España y era necesario romper cadenas. Por eso cualquier estorbo en ese camino debía ser aniquilado. Eran valiosos y complejos intereses del Estado naciente los que estaban en juego.
Hoy en día hay una clara diferencia histórica con respecto a Mayo de 1810. No existen enemigos, o no solo un enemigo específico, todos somos argentinos y para lograr una patria grande no debemos pelear entre nosotros. El tema es que hay distancias irreconciliables, no hay un mismo objetivo como en aquel tiempo. Ya tenemos la independencia que fue conseguida luego de muchas luchas, no sabemos si total o no, ya tenemos las leyes, un sistema capitalista, una democracia y un pueblo mucho más numeroso, pero nos falta conseguir la sociedad que deseamos. Y la clave es saber ¿cual es el modelo de Patria que queremos construir?
Debiéramos pretender una nación libre, igual, pero ello nos llevaría a concretar lo que tanto desee en ese plan revolucionario, y volver a la lucha y la sangre. Hoy al contrario los representantes de nuestra sociedad pretenden olvidar viejas disputas, como si fuera sencillo, y mirar hacia adelante.
Se acercan momentos claves de reflexión, donde el pueblo debe tomar partido, sin dejarse llevar por los intereses ajenos, debemos intentar formar parte del país y no solo ser espectadores. El bicentenario debería servir para festejar, por supuesto. Pero también para llamarse al silencio y al debate.

¿Qué hemos hecho de aquella Patria anhelada?
Qué errores se han cometido para llegar a un principio de siglo donde las opciones de gobierno sean elegir al menos malo en el marco de una sociedad cada vez más excluyente, más desigual. Todavía tenemos una deuda: que logremos una Argentina sin desigualdad y sin pobreza. Pero para lograrlo tenemos que recuperar ese espíritu revolucionario para romper y cortar con los abusos y la corrupción. Para explicar ésto retomo unas páginas de la Gazeta de Buenos Ayres de aquella época: “No nos haría felices la sabiduría de nuestras leyes, si una administración corrompida las expusiese, a ser violadas impunemente”. Los presidentes no tienen derecho en la sociedad sino en lo que las leyes le conceden, y nada les pertenece si no por la voluntad pública. Teniendo una constitución, un Poder Judicial, para hacer respetar los derechos de todos por igual no son respetados, hay diferentes justicias. Pero el pueblo ya puede ver éstas dificultades y lo que nos respecta ahora es buscar la manera de llegar a concretar un gobierno honesto con otros objetivos, objetivos comunes, de libertad e igualdad dentro de lo que es el sistema económico actual.

Quizá sin darnos cuenta, y dejándonos llevar por la euforia de haber llegado a ser independientes, no nos dimos cuenta que caímos en otra atadura, ya no nos encadenan los extranjeros, es el propio pueblo, la clase dirigente la que encadena a los de pocos recursos, quitándole lo mas sagrado, el derecho al estudio. "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía".
"Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios"
Las “revoluciones” de América latina lo fueron –por completo– respecto de España. Había que expulsarlos del continente que deseaba entrar en la modernidad capitalista.
Se inicia, a partir de ahí, el pacto neocolonial. América latina se transforma en un continente de monocultivo para cubrir a bajos precios las necesidades de las industrias británicas. Inglaterra, taller del mundo, nos dará todas las mercancías que necesitemos. “Millones de pesos puestos en el centro del estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirán en varios años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que, siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse porque son extrajeras y se venden a más oro de lo que pesan”.
Rousseau tiene el coraje de decirle a los hombres: vuestras artes y vuestras ciencias os han corrompido. Después de haber largo tiempo gemido sobre el envilecimiento y la miseria de los pueblos; sobre la opinión pública que a la fuerza natural daba el nombre de la ventaja brutal, a la franqueza, el de grosería, y a la sensibilidad, el de piedad, él descubre que las artes nos han apartado cada vez más de la naturaleza. Esclareciéndonos sobre los daños de las ciencias y de las artes. Rousseau no quiso desterrarlas de la sociedad, si solo que cambien el objeto, y que se las destine a servir a la debilidad humana, a inmortalizar más que las bellas acciones, a inflamarnos por la virtud, en lugar de dedicarnos por el egoísmo y hacernos infelices, duros y crueles. No hemos tampoco prestado atención a esto que nos deja Rousseau seguimos ciegos a las nuevas tecnologías, sin darnos cuenta que el hombre no necesita todo eso, comprando fuera lo que podría realizar nuestro propio pueblo, dependemos de los países industrializados, en vez de independizarnos, de abastecernos nosotros, seguimos pagando muchas veces mas el precio de lo que saldría producir aquí, solo para el beneficio de unos pocos. Debemos terminar con los monopolios que lo único que traen son más diferencias sociales y sociedades más dominadas.

En la historia siempre se quiso callar a los revolucionarios, a los que quieren la verdadera felicidad de la patria, así como los morenistas arrestados en masa o como los miles de desaparecidos que fueron asesinados acusados de subversivos, solo por conservar el “valioso” poder. Hemos dejado vivir al pueblo aberraciones, en el supuesto nombre de la patria y lo que menos hemos tenido fue un progreso, solo han progresado “económicamente” los dirigentes de los distintos periodos, quizá tecnológicamente, y en muchos temas de derechos humanos también, pero no lo que se esperaba. Solo habría que participar para llegar al cambio de la sociedad, así como se ha levantado todo el pueblo para echar a un mal presidente, que no supo llevar la economía, debiéramos levantarnos como en éste bicentenario para cambiar así también la educación y buscar la igualdad de todos los pueblos, de todos los rincones del país, porque después de 200 años sigue siendo un país de diferentes, de desiguales, donde solo algunos reciben y otros por ignorancia siguen regalando sus vidas, siendo explotados y sin posibilidades de cambiar esa realidad.

“Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por opulencia del territorio , que provocaría su ambición, no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso; cuando el amor a la patria sea una virtud común, y eleve nuestras almas a ese grado de energía , que atropella las dificultades y desprecia los peligros”.

Este es fiel reflejo de un país que se debate en forma permanente entre polémicas y diferencias históricas o circunstanciales como las descriptas. Pero el pueblo dio una magistral demostración de madurez y salió a las calles a celebrar el Bicentenario en paz; y los más de dos millones de asistentes a los actos de la 9 de Julio (Paseo del Bicentenario) entonaron como nunca antes el Himno Nacional. El bien general será siempre el único objeto de nuestros desvelos, y la opinión pública el órgano, por donde conozcamos el mérito de nuestros procedimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario