viernes, 26 de marzo de 2010

TP Castro-Brinville

Querido lector:

                        He referido la esencia de las varias conversaciones que tuve con un presidente, Don Fernando, durante la mayor parte del tiempo que me ocupó el honor de estar a su servicio; pero, en gracia a la brevedad, he omitido mucho más de lo que he consignado.

   Podré decir de él, que es un hombre con cuerpo enfermo y flojo, rostro delgado y cutis descolorido, esas son sus señales verdaderas. Era un ser exento de alegría y dolor; amor y odio; piedad y cólera: le dicen… el aburrido, o por lo menos, que no hace uso de otra pasión que un violento deseo de poder y títulos. Ni terco, ni con exceso en sus opiniones. No tiene alguna apariencia de astucia.

   Lo peor que de él se puede recibir es una promesa, especialmente cuando va confirmada por un juramento: -“Yo voy a terminar con esta fiesta para unos pocos” (se le escucha decir)  –“Viene un país distinto, del respeto, de las reglas claras, de la dignidad, del trabajo. Que va a educar a nuestros hijo, que va a proteger a la familia, que va a encarcelar a los delincuentes y corruptos”.

   Por momentos debo pensar que hace honor a su gastada memoria. Pues no es fácil pasar al olvido, que la gran mayoría de nuestra gente se veía obligada a vivir de manera miserable, trabajando todos los días por pequeños salarios para que unos pocos viviesen en la opulencia. Le expliqué que los ricos gozaban el fruto del trabajo de los pobres.

   Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas, como él: los abogados.

   Se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad: cuando quiso abogar por la justicia fue para él tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y bajo el nombre de precedentes… como autoridades para justificar las opiniones más inicuas.

   Describiré alguno de los métodos por los que un hombre puede elevarse a presidente: el primero, es saber usar prudencia de una esposa, hija o una hermana; el segundo, traicionar y minar el terreno al predecesor. El tercero, consta en mostrar -en asambleas públicas- furioso celo contra las corrupciones.  Don Fernando se hizo eco del segundo y el tercero. Don Fernando de la a se hizo eco del tercero, entonces no podía dar cuenta de nada de lo que quería

   En este lejano país, en el que los bribones capitalistas alcanzan un grado importante de desarrollo y en el que, desde el golpe de Estado de 1976 fueron aplicadas todas las recetas neoliberales (donde los habitantes no saben cómo conducirse en tales circunstancias), emergió con crudeza la realidad de un pueblo devastado, pero en lucha.

   La resistencia social se fue gestando a lo largo de los ’90, pero en éste diciembre de 2001 se llega a expresar en todo el territorio y abarca a las fracciones sociales excluidas del poder político. Causas o motivos sobran: la ambición, corrupción, ganas de ahogar o desviar el clamor de los súbditos contra su mala administración. En fin… las diferencias han costado muchas vidas.

   Desde mediados de esta década, comencé a observar cierta ruptura del interior de la clase dominante, que alcanzó su punto más alto en noviembre/diciembre de 2001.

   Luego del quiebre bancario, podría decirse que un sórdido animal al echar mano al  tesoro de otros, había atraído a toda la manada al lugar donde él aullaba alegremente.

   Los dueños de los dichos tesoros (tanto ahorristas como trabajadores, ya que se había dispuesto la bancarización forzosa de los salarios) comienzan a languidecer. No quieren comer, dormir, ni trabajar hasta recupera lo suyo. Se suma activamente a la protesta la fracción social que era justamente “seguidora” de Don Fernando y sus cómplices de la Alianza, las capas medias urbanas o pequeña burguesía asalariada y no asalariada. Lejos de replegarse frente al decreto del Estado de sitio y la convocatoria a las FFAA por parte del gobierno, y frente a los saqueos de comercios realizados por las fracciones más pobres, se movilizó alineándose con esas y otros sectores contra las políticas de Estado. En este momento no tienen la menor idea de libros ni literaturas. Nada puede alcanzar para comparar tales sensaciones y dichas, rabia e impotencia.

   Los hechos comenzaron el día 13 como respuesta a la expropiación bancaria, con una huelga general convocada por las tres centrales sindicales, y manifestaciones y cacerolazos dispuestos por organizaciones de pequeños empresarios. Ese día, comienzan los saqueos en el interior del país. Van aumentando día a día extendiéndose a todo el territorio nacional, los días 19 y 20. En esos días, en gran parte de las ciudades de este país, se ocasionan ataques a edificios públicos, motines y saqueos, que derivan en choques con la policía más cortes de rutas y de accesos a ciudades.

   El 19, Don Fernando decretó el Estado de sitio, lo que incrementó la disposición al enfrentamiento y la alineación entre las fracciones mencionadas.      Se produjeron multitudinarias manifestaciones a Plaza de Mayo y a las principales del país, pidiendo que se vaya el gobierno y los políticos (al grito de  “que se vayan todos”). Don Fernando, mientras  frotaba sus ojos me pidió que pellizque sus brazos y los costados para despertarlo, creyendo que todo era un sueño. Murmuraba:-“los bribones que he recogido me corrompieron a los demás hombres”. En esa lamentable situación avanzó, se sentó para descansar y pensar cuál sería su mejor partido. No se encontraba muy a gusto en tal situación. Mientras tanto, afuera se realizaron ataques contra bancos, empresas de servicios públicos privatizadas, edificios públicos y casas de funcionarios y políticos de la oposición oficial, lo que muestra que las masas ubicaron como enemigo al gobierno y a la cúpula de la burguesía. La situación derivó en enfrentamientos callejeros con la policía, el armado de barricadas en los barrios y cortes de rutas.

   El 20 las masas libraron su combate principal en el centro de Buenos Aires, armando barricadas y enfrentando a las fuerzas armadas gubernamentales, pero no sólo contra aquello sino también contra la política de Estado económica y toda expresión del sistema institucional político. Resultados: renuncian Don Domingo, y luego Don Fernando.

   Vale decir, que “el hombre es lobo del hombre”, ambicioso, violento, pasional, que siempre busca satisfacer sus deseos Se adueño de las calles. Se abrió, en definitiva, una nueva etapa en ese lejano país. Lo que era hasta ese momento una profunda crisis económico-social del modelo neoliberal, se transformó en una gigantesca y sombría crisis política. Los partidos que hasta ese entonces habían conducido desde el gobierno o la oposición la aplicación de dicho modelo, comenzaron a recibir un extendido rechazo de gran parte de la población. El repudio a quienes habían manoseado las representaciones políticas, irrumpió como necesidad en la búsqueda de mayor participación popular y renovación política en las instituciones. La sociedad civil, pide a gritos pactar, para llegar a la sociedad política, donde la voluntad general se manifieste como absoluta, inalienable e indivisible.

   Ya te he hecho, amable lector, fiel historia de mi viaje a aquel lejano país… en la que no me he cuidado tanto del adorno como de la verdad. Hubiera podido tal vez asombrarte con extraños cuentos inverosímiles, pero he preferido relatar llanamente los hechos, en el modo y estilo más sencillos, porque mi designio principal era instruirte, no deleitarte.

   Pero dejo los comentarios, y que el juicioso lector por cuenta propia haga observaciones y establezca analogía. Escribo sin pasión, prejuicio, ni malevolencia contra ningún hombre, cualquiera que sea. Escribo con el nobilísimo fin de informar e instruir al género humano.

                                             

Gulliver

                        Corresponsal extranjero de Dublín Herald

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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